Yo de autos no entiendo nada. Los miro si me gusta el color. Y así los recuerdo. Reconozco el renault 12, el fititito. Amo un buen escarabajo o un mini. Después nada. Los demás son iguales.
Me acuerdo que en mi época de reportera me tocó hacer equipo con un camarógrafo fanático de autos. De los que van a ver picadas y se gastan el sueldo en alerones y chirimbolos para “mejorar” el auto, de los que prefieren pasar el domingo lavando el suyo, y dedican el 90 por ciento de sus charlas al tema. “Subielita” le decía yo, porque además se creía mil filmando (y para ser justa, no lo hacía mal).
Un día vimos pasar uno de esos con forma de supositorio, rojo, a los pedos por la panamericana. Se puso como loco Subielita, tratando de manejar lo más cerca posible, para no perderlo de vista. Yo pensé que había visto a un amigo adentro, o que iba el mismísimo Fangio manejándolo y lo había reconocido. Nada de eso. Era el auto. El auto le encantaba y por eso lo seguíamos. Le dije que bajara la velocidad, que era peligroso ir así persiguiendo a alguien. Que además era un supositorio horrible, un auto antipático. que cómo podía gusarle así. Jamás olvidaré su cara. Creo que estuvo a punto de empujarme fuera de la camioneta. Por ignorante, por malhablada. “Es una ferrariiiii!!!!” me gritó, en cambio.
Es que yo de autos no entiendo nada. Pero de buen gusto sí. Y me acordé de Subielita cuando me apuré a sacar estas fotos:
(bueno, la primera la saqué yo, la segunda Icaio (yo voy sentada del otro lado de la camioneta)
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